miércoles, 22 de mayo de 2013

El relato de mi vida (Parte 6)


El inspector y yo salimos del coche y entramos al centro. Le enseñó la placa a la recepcionista y fuimos habitación por habitación buscando a Ainhoa. En una de las habitaciones encontramos a los componentes de su banda.
- ¿Dónde está Ainhoa? ¡Dilo! – Le dijo a uno de ellos apuntándole a la cara con la pistola.
- ¡Tranquilo tío! Acaba de ir al lavabo.
Salió de allí corriendo, yo le seguía por donde iba. Cuando estuvimos a punto de entrar en el servicio de mujeres oímos un grito. Provenía de las escaleras que conducían al almacén subterráneo. Corrimos aún más rápido. El inspector abrió la puerta del almacén de una patada. Aquel lugar era enorme y oscuro, las luces no funcionaban, la única fuente de luz eran las bombillas de la luz de emergencia. Nos adentramos intentando adaptar la vista a la oscuridad. El almacén estaba lleno de cajas, maniquíes, altavoces… De repente se oyó un golpe, sonó como algo metálico contra una cabeza. El inspector gritó “¡alto, policía!”, pero realmente no sabía de dónde había procedido aquel sonido. Instantes después se escuchó claramente una puerta cerrándose. No había sido la puerta por la que habíamos entrado, había otra, probablemente una salida de emergencia. Nos dividimos, yo encontré a Ainhoa, estaba tendida en el suelo, con una brecha en la frente, pero viva. Cogí mi teléfono y llamé a una ambulancia.
- ¡Efraín, he encontrado la salida de emergencia, voy a buscar al asesino!
Contesté con un “Vale” gritado al aire y escuché otra vez el ruido de la puerta de emergencia cerrándose.
Saqué a Ainhoa de allí, a los pocos minutos vinieron los policías de refuerzo y la ambulancia. Se llevaron a Ainhoa, su pronóstico no era bueno. Me quedé en el coche patrulla con Nerea y le conté lo que había pasado. Ella no había visto nada. Al poco rato volvió el inspector con cara de pocos amigos. Nos dijo que desde el primer momento que salió de allí no sabía para dónde dirigirse, estuvo dando palos de ciego hasta que lo dejó. Hicieron preguntas a todas las personas que estaban allí, nadie vio nada fuera de lo normal.
- Mucha gente pasa por aquí todos los días, yo solo estoy para controlar al personal y dar información de los eventos que se van a hacer. - Dijo la recepcionista.
- Pero las habitaciones y las aulas de este sitio tienen que reservarse, ¿no? ¿No hay una lista de nombres? – Preguntó el inspector.
- Sí, pero con que una persona pida hora es suficiente, luego se añaden tantas personas como quieran, y de esas no hacemos ningún registro.
En definitiva, no teníamos nada. De hecho, teníamos menos que las veces anteriores: al asesino no le dio tiempo ni de dar una pista sobre su siguiente paso tal y como acostumbraba.
- Por lo menos esta vez no ha muerto nadie. – Dijo Nerea.
Tenía razón y lo mejor era que Ainhoa tenía que haberle visto la cara a su agresor. Llegamos a casa y dormimos después de aquel largo día. Pensé que con tantas emociones no podría conciliar el sueño, pero estaba agotado y al cerrar los ojos me quedé frito. Debía subir otro relato al blog, pero ya lo haría cuando tuviese tiempo. Al día siguiente quedé con David. Mis padres no estaban y no quise despertar a Nerea, que dormía plácidamente. David era mi mejor amigo, pero a veces lo apreciaba como un paciente aprecia a su psicólogo
Le conté todo lo sucedido, de la manera más resumida posible. Él me escuchó el rato que estuve hablando con la mirada atenta.
- Parece que lo estás disfrutando. -  Me dijo cuando acabé de hablar.- Esto va a darte mucha fama. Lo sabes ¿no?
- Si, pero no pienso en eso, lo importante es atrapar al asesino.
- Ya claro. – Me dijo de manera poco convincente – Dime que esta mañana, al despertarte no has mirado las visitas de tu blog.
Me quedé un instante en silencio. Me había atrapado, me conocía bien. Lo primero que hice cuando cogí el ordenador esa mañana era observar la cantidad de gente que, gracias a los asesinatos, había entrado a echarle un ojo a mis relatos. Realmente disfruté viéndolo. Era paradójico, me sentía mal conmigo mismo por sentirme bien conmigo mismo. Estaba torturándome por dentro.
- Mi miedo más grande es que, si todo esto me da popularidad, pueda yo llegar a creer que le debo algo a ese mal nacido. Además, hay más en juego de lo que pensaba. No solo por eso sino porque ya no sé quién puede estar en peligro por mi culpa.
- Va, no te preocupes, vamos a mi casa y echamos unas partidas a la Play.
Accedí, pero primero pasamos por casa a buscar a Nerea, no quería dejarla sola después de todo lo que había pasado. Cogí mi mochila y vi que aún llevaba la pistola de electroshock, la llevé conmigo para estar más seguro. Puse el nuevo relato que tenía preparado en un pendrive, lo subiría al blog cuando llegara a casa de David. Fuimos hasta el edificio dónde vivía David y picamos al ascensor. Nos subimos y, sumergido en mis pensamientos, me puse a exhalar en el espejo del ascensor y hacer dibujos. Una bombilla del tamaño de una catedral se encendió en mi cabeza. Había resuelto el caso. O casi. 

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