martes, 21 de mayo de 2013

El relato de mi vida (Parte 5)


Entramos a la charcutería del mercado. Aquel sitio me traía recuerdos, había sido mi primer lugar de trabajo. Cruzamos la trastienda hasta llegar al patio interior. Allí estaba el cuerpo de un chico con los complementos de su lugar de trabajo: un delantal manchado y un pañuelo de pirata en la cabeza. Lo habían apuñalado. A su lado había un cocodrilo… de peluche. El asesino se estaba riendo de nosotros. Todo nuestro esfuerzo lo habíamos volcado a arrestar al comprador del cocodrilo y luego va y utiliza uno de juguete. Me acordé de la rabia que el inspector guardaba y dirigí mi mirada hacia él. Sus ojos estaban observando la pared que limitaba el patio, en ella habían escrito, con sangre, otra dirección web que enlazaba a mi blog. Esta vez estaba a ojo de todos, ya que a través de la valla que delimitaba el patio se podía ver la calle y estaba llena de curiosos que sacaban fotos con sus móviles. El inspector Segovia cogió su teléfono móvil y escribió la dirección de enlace en el navegador.
- No funciona. Me da error todo el rato. – me pasó el móvil. – Inténtalo tú.
Cogí el aparato pero no tecleé la dirección que estaba puesta, fui directamente al blog. En la pantalla de inicio pulsé en el en los enlaces de los relatos que no había utilizado aun el asesino. Coincidía con uno. Casi.
- Mira, es la misma dirección que el relato Tal y como son las cosas, pero no está bien escrito, en medio ha escrito un 47.
- ¿47? – Se extrañó el inspector – ¿Ese número te dice algo? ¿Algo que recuerdes? – Negué con la cabeza. – Vaya, no tenemos nada.
- Déjame el móvil. – Dijo Nerea. Lo hice.
- Mira detenidamente el escenario sin tocar nada antes que vengan los que empiezan a fotografiar y catalogar todo. ¿Reconoces a la víctima?
Estaba a punto de contestar que era uno de mis antiguos compañeros de trabajo cuando Nerea me interrumpió con la voz rota.
- Creo que tengo algo. – El inspector y yo nos acercamos a ella – He contado las palabras del relato, la número cuarenta y siete es “ya”.
- ¿”Ya”? – Dije extrañado. Entonces una idea vino a mi cabeza – Mierda.
- ¿Qué pasa? – Dijo el inspector.
- ¿No lo entiendes? El próximo asesinato es “ya”. Lo está haciendo ahora mismo.
- ¡Jolines! Va, piensa, ¿Cuál es el argumento del relato que ha puesto? ¿Qué va a hacer ahora? ¡Piensa algo! – La voz del inspector me taladraba el cerebro.
- ¡Un momento! Déjame pensar… la historia va sobre una niña que se llama Sofía. Pero no conozco a nadie que se llame así. Y los escenarios son muy diferentes: una sala de conferencias, un comedor…
- Oye, - dijo Nerea – esa tal Sofía tocaba un violín al final del relato ¿verdad?
- ¿Un violín? – Entonces vi la luz al final del túnel – ¡Claro! Tenemos que encontrar alguna chica que toque el violín.
- Hay un montón de gente así. ¿Cómo la vamos a encontrar?
- Piensa que la víctima ha de ser alguien de mi entorno, y que cualquiera la pueda encontrar alguien de su perfil visitando mi rastro por internet. Una vez canté toqué una canción con una chica en la radio y lo subí a otro de mis blogs. Esa chica toca el violín y canta en un grupo. Y ahora está en peligro, por mi culpa.
- Calla, no te mortifiques. Tenemos que movernos cagando leches. ¿Quién es esa chica?
- Ainhoa. Se llama Ainhoa, iba conmigo a bachiller.
- Pues ya la estas llamando y diciéndole que se meta en su cuarto y cierre con llave. ¡Vamos!
Nos subimos al coche lo más rápido que pudimos. Intenté llamarla pero no cogía el teléfono. Fuimos a su casa y su madre nos comentó que en ese momento no estaba allí. Había ido a ensayar a una sala del centro joven que proporcionaba el ayuntamiento a los grupos de música noveles del pueblo. Ya que íbamos a entrar por calles peatonales el inspector puso la sirena. La mezcla entre ruido de la sirena y tensión por la escena que estábamos protagonizando me aceleró el corazón, notaba como impactaba contra mi pecho desde dentro.
Llegamos al lugar. Los refuerzos que habíamos pedido por el camino no habían llegado aún y teníamos prisa. El inspector abrió la guantera y sacó una pistola, me la dio.
- Toma. No te emociones, es de las aturdidoras. Si aprietas el gatillo disparará unos finos cables con anzuelos en los extremos que le darán una descarga eléctrica a quien estés apuntando. – Se dirigió a Nerea. – Ponte en el asiento del piloto y cierra por dentro. Si ves salir a alguien sospechoso aprieta el claxon y vendremos. ¡Vamos! 

No hay comentarios:

Publicar un comentario