martes, 21 de enero de 2014

El último suicidista (5a parte)

Era común que, cuando David se enfadaba con su hijo Alejandro, hablaba con él a través de su mujer y dando a entender que, en ese instante no era hijo suyo, sino de su mujer.
-David, tranquilo. Yo también he puesto el grito en el cielo. – Lo cogió del brazo y lo metió en la cocina para hablar sin que Alejandro escuchara. – Pero he estado hablando con él, parece que ha reflexionado mucho antes de hacerlo. Lo veo un poco más feliz, incluso ha llamado y ha hablado con su abuelo, con tu padre, y le ha pedido perdón por todo lo que ha hecho.
Alejandro y su abuelo no tenían muy buena relación. Nadie sabe cómo empezó, pero en las reuniones familiares no se hablaban y, si lo hacían, cada palabra era como un dardo lleno de veneno. David no supo cómo sentirse al oír aquello. Por fin su hijo y su padre rompían las barreras que ellos mismos construyeron. Se sentía aliviado. Pero ese pensamiento fue solo durante un instante. David no era de los que pensaba que el fin justificaba los medios. Decidió ir a hablar con su hijo de inmediato. De hombre a hombre.
Fue a la habitación de Alejandro y se sentó en la cama. Su hijo estaba de espaldas a su padre, mirando la página web de los suicidistas, viendo vídeos nuevos.
-Alejandro… mira, no quiero que te enfades, ni me quiero enfadar. Sólo me disgusta que no me hayas consultado algo así de importante antes…
David dejó de hablar ya que escuchó pequeños sollozos: Alejandro intentaba no llorar. Giró su silla y abrazó a su padre.
-Lo siento mucho papá. Tendría que habértelo dicho antes. Espero que lo entiendas.
-Mira, yo te apoyo en lo que sea, pero me decepciona que no cuentes conmigo a veces. Sobre todo con lo que acabas de hacer. Espero que te quites ese cacharro.
-Es que… ya no se puede. Es permanente – David cerró los ojos y respiró profundamente para no cabrearse, su hijo siguió: - No te preocupes, mañana hay una concentración y luego una asamblea de los suicidistas para darnos a conocer mejor y afiliar a la gente. Vente, no te pido que te unas, solo que vengas y abras la mente. – Hubo un momento de silencio, continuó. – Debes entender que esto no quiere decir que me voy a suicidar en cualquier momento. Sólo que ahora tengo el recuerdo de lo que me ata a este mundo de una manera más intensa y quiero hacerla más fuerte.
David no creía lo que estaba pasando. Notaba una sensación de miedo invadiéndole el cuerpo. No sabía si su temor era por escuchar esas palabras de la boca de su hijo o que la voz que le hablaba envolvía aquel argumento de sentido. Por un instante Alejandro casi convence a su padre pero David se dio cuenta que el amor que le tenía a su hijo creaba una empatía hacia aquella locura.
-Ya veremos – dijo David y se fue de la habitación.
Esa noche, acostado en la cama al lado de su mujer, investigó sobre el suicidismo. Buscó toda la información que pudo en internet y revisó toda la página web de la secta de arriba abajo. Intentó darle un enfoque objetivo e imparcial. El último vídeo publicado volvía a tener la voz de Ana y pedía a todos sus fieles que asistieran a la concentración para pedir que el ayuntamiento les concediera el centro religioso abandonado de la plaza mayor. Ana también decía que intentaría, con todos los métodos posibles, echarles una mano. David quería descifrar qué significaba aquello, dónde iba a llevar todo eso, quién podría beneficiarse de algo así… pero cuanto más indagaba menos respuestas encontraba.

David decidió ir a la concentración con su hijo. No esperaba recibir ninguna revelación divina ni ninguna epifanía, pero a lo mejor encontraba algunas respuestas o algún líder entre ellos que las diera. Lo curioso es que no era el único. Cuando llegaron dónde estaba la multitud corría el rumor de que la mismísima Ana iba a presentarse. Muchos tenían camisetas con su cara o con la frase “Nada que perder” y casi todos tenían el dispositivo ANA instalados. La concentración empezó como una caminata pacífica desde la casa de Ana hacia la plaza Mayor, pero muchos de los suicidistas llevaban megáfonos y empezaron a gritar que el edificio era legítimamente suyo e intentaban convencer a la gente de utilizar su dispositivo en caso de que el ayuntamiento no lo concediera. Utilizaban argumentos propios del suicidismo pero los tergiversaban. Los que fueron convencidos por estos iban más animados y el trayecto acabó en una manifestación delante del ayuntamiento. David estaba con Alejandro en el perímetro de la multitud para tener una oportunidad de salir de allí corriendo en caso de que aquella manifestación se convirtiera en algo peligroso. A un hombre lo levantaron entre dos y, cuando consiguió erguirse cogió un megáfono y empezó a hablar.
-Hermanos, todos sabemos por qué estamos aquí. Sentimos que no somos parte de este mundo y sabemos que este edificio abandonado tampoco lo es. Este edificio es nuestro por legitimidad poética – David rió para sí mismo -, es nuestro hermano y si el ayuntamiento no nos lo otorga lucharemos por él como mejor sabemos. Hagamos de nuestra mayor fortaleza un arma. Que caiga en sus hombros el peso de nuestro sacrificio.
Algunos de ellos empezaron a corear en voz alta: “Nada que perder”. El resto se le unió en poco tiempo. David iba a coger a su hijo y a salir de allí aunque tuviera que arrastrarlo. Lo cogió del brazo para salir pero un trueno atrajo la curiosidad de todos. La atención pasó del hombre del megáfono al cielo, ahí se estaba formando un cúmulo de nubes que poco a poco iban formando la figura de una mano que señalaba el edificio del ayuntamiento y poco a poco iba acercándose a él. El viento se levantó y una llovizna caía encima de los presentes. David susurró un leve “no puede ser” para él mismo mientras contemplaba aquel increíble suceso. La mano cada vez se acercaba más rápido al ayuntamiento hasta que chocó contra el edificio, los cristales de las ventanas y vidrieras estallaron. Los que estaban más próximos se cubrieron la cabeza cuando los trozos de cristal cayeron al suelo. Un golpe de viento hizo que la mano se difuminara convirtiéndose en una neblina y durante unos segundos se hizo el silencio.

No hay comentarios:

Publicar un comentario