miércoles, 19 de junio de 2013

Conejillo de indias (7ª parte, final)

Desperté con un fuerte dolor por todo el cuerpo, casi no podía ni moverme. A mi lado estaba el profesor. Miré a mi alrededor y me di cuenta que estábamos en el laboratorio. A mis lados estaban Sara y Alex, también en camillas.
-¡Hombre! – el doctor me abrazó - ¡Es una alegría verte despierto! ¿Cómo estás?
Fui a hablar y me di cuenta que casi no tenía voz.
-Estoy fatal – me reí con debilidad – Me duele todo ¿Cómo están ellos?
-Bien, bien… Bueno no. Están muy cansados, tardarán en despertarse. ¿Recuerdas que siempre que haces un gran esfuerzo con la fuerza luego estás muy cansado? Pues imagínate después de parar un cometa como hicisteis ayer.
Pensé: ¿Ayer? ¿Estuve durmiendo todo un día? Pero le pregunté otra cosa al profesor.
-Pero a mí me atropelló aquel pedrusco, debería estar  muerto, chafado, hecho puré…
-Sí, sí. ¿Recuerdas que me pediste una cosa antes de hacerte la operación? Me dijiste que querías que te injertara un chip para la aceleración arrítmica – lo miré confundido -, lo de curar con la luz azul.
-¡Ah! Sí, me acuerdo.
-Pues con el impacto del cometa se desprendió del lugar donde lo puse y ahora está en tu hipotálamo.
-¿Hipopotamoqué?
-Hipotálamo, la parte del cerebro que manda órdenes al cuerpo que no controlas, como respirar, pestañear, la temperatura corporal y esas cosas. Cuando llegaste aquí y te puse en la camilla estabas totalmente machacado no creí que sobrevivirías pero empezaste a brillar y te restauraste como método de supervivencia. ¡Es brillante! No sé cómo no pensé antes en localizar ese chip en el hipotálamo.

Yo me recosté en la camilla. Estaba vivo, no me importaba nada más. Bueno, había algo que sí me importaba más, estaba a mi lado. Alargué el brazo y le cogí la mano a mi hermano pequeño, esperando que se despertara. 

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