martes, 18 de junio de 2013

Conejillo de indias (6a parte)

Asintió un par de veces con el teléfono en mano. Colgó y me dijo:
-Ven conmigo – miró a Ana -. Tú, al coche.
Ana se apagó al instante. El profesor salió corriendo hacia un portón y yo lo seguí tal y como me dijo. Pasamos por unos pasillos y finalmente llegamos a una puerta que conducía a un garaje con un montón de coches antiguos. Se subió a uno de ellos y, cuando ambos estábamos dentro, el coche arrancó sin más y empezó a conducir sin que nadie tocara nada. Mientras, el profesor sacó un teléfono móvil de su bolsillo.
-¡Hay que llamar a los demás!
-¿A los demás? – pregunté extrañado - ¿Qué está pasando?
-¿Te suena una noticia que ha ido saliendo últimamente por las noticias sobre un cometa? – asentí – Pues en teoría iba pasar cerca de la Tierra, pero se ha desviado y va a chocar contra nuestro planeta. Los de la NASA querían hacerlo explotar con un misil, pero ya es demasiado tarde, los trozos caerían esparcidos por la corteza terrestre. Por eso me han llamado a mí. Necesito que con tus habilidades lo pares o por lo menos lo frenes.
-¿Yo solo? Pero si no he aprendido aun a controlar la fuerza.
-Tranquilo, no estarás solo. – Me sonrió – Creo que te vas a llevar una sorpresa.
Mientras teníamos esta conversación el coche había salido por un agujero situado en una parcela en obras y se había metido a la autopista. El doctor hizo dos llamadas comunicando a las otras dos “cobayas” el lugar donde nos íbamos a encontrar. A la media hora llegamos a un descampado enorme en el que no se veía ni un atisbo de vida humana. El horizonte lo rompían unas montañas lejanas. Al rato llegaron volando dos personas más. Un chico y una chica. Él me dio un saludo amistoso. Yo no creía lo que veía.
-Hola hermano – me dijo con una sonrisa – ¿Sorprendido?
- ¿Qué haces tú aquí? ¡Doctor! ¿Qué está haciendo él aquí?
- Tranquilo. No quise decirte nada porque él me lo pidió, pero ahora estamos en una situación crítica. No te enfades, pero en realidad tú eres el novato. Benja, te presento a Sara – nos dimos de la mano y me saludó con una sonrisa – ella fue la primera a la que contraté, hace seis meses. Y por supuesto conoces a Alex, tu hermano.  – Lo miré intentando proyectar la rabia que tenía a través de mis ojos – Él vino hace tres meses, hace una semana me dijo que probablemente vendrías a mi laboratorio y me pidió que no te lo dijera.
-Vaya, qué considerado…
-¡No hay tiempo para tonterías! Mirad, el cometa pasará por aquí en unos minutos, debéis subir hasta su altura y detenerlo, sino solo Dios sabe qué pasará. Empezad a concentrar vuestras fuerzas sobre tres kilómetros hacia adelante vuestro, el choque será muy intenso. Benja, tú te pondrás en medio, ya que eres el que menos controla la fuerza, los otros dos a los lados. Poneos así…
Nos agarró por los hombros uno por uno y nos colocó en la dirección a la que debíamos mirar.
-Chicos… - nos abrazó muy fuerte a cada uno y nos dijo con la mirada muy sincera: - no os muráis, siento haberos metido en esto, mucha suerte…
Nos miramos entre nosotros. Hicimos una señal confirmando que estábamos preparados y empezamos a subir. Yo me quedé un poco más atrás que mi hermano y Sara, mi carencia de habilidad era latente. Pudimos ver el cometa muy lejos, como una mota de polvo que poco a poco se hacía más grande. Tal y como recomendó el profesor los tres empezamos a concentrar la fuerza a una gran distancia por delante nuestro. Al principio parecía que el cometa no iba muy rápido pero en menos de tres segundos, para nuestros ojos, pasó de tener  del tamaño de un grano de arena al de una casa grande de tres pisos y aún no había llegado a tocar nuestro “campo de fuerza”. Cuando llegó tenía el tamaño de un campo de fútbol. Los tres notamos una gran presión. Daba la sensación que me arrancaba la piel con la fuerza de un ventilador gigante. Mi hermano y Sara retrocedieron por el impacto unos doscientos metros, yo solo una docena. Mi instinto me hizo girar y utilizar mi habilidad para atraerlos a mí. Funcionó: dejaron de alejarse, pero el cometa aún seguía moviéndose. Lo último que vi fueron las caras horrorizadas de Alex y Sara, luego noté cómo el cometa me golpeó y me dejó inconsciente.

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