Asintió un par de veces con
el teléfono en mano. Colgó y me dijo:
-Ven conmigo – miró a Ana -.
Tú, al coche.
Ana se apagó al instante. El
profesor salió corriendo hacia un portón y yo lo seguí tal y como me dijo.
Pasamos por unos pasillos y finalmente llegamos a una puerta que conducía a un
garaje con un montón de coches antiguos. Se subió a uno de ellos y, cuando
ambos estábamos dentro, el coche arrancó sin más y empezó a conducir sin que nadie
tocara nada. Mientras, el profesor sacó un teléfono móvil de su bolsillo.
-¡Hay que llamar a los
demás!
-¿A los demás? – pregunté extrañado
- ¿Qué está pasando?
-¿Te suena una noticia que
ha ido saliendo últimamente por las noticias sobre un cometa? – asentí – Pues en
teoría iba pasar cerca de la Tierra, pero se ha desviado y va a chocar contra
nuestro planeta. Los de la NASA querían hacerlo explotar con un misil, pero ya
es demasiado tarde, los trozos caerían esparcidos por la corteza terrestre. Por
eso me han llamado a mí. Necesito que con tus habilidades lo pares o por lo
menos lo frenes.
-¿Yo solo? Pero si no he aprendido
aun a controlar la fuerza.
-Tranquilo, no estarás solo.
– Me sonrió – Creo que te vas a llevar una sorpresa.
Mientras teníamos esta
conversación el coche había salido por un agujero situado en una parcela en
obras y se había metido a la autopista. El doctor hizo dos llamadas comunicando
a las otras dos “cobayas” el lugar donde nos íbamos a encontrar. A la media hora
llegamos a un descampado enorme en el que no se veía ni un atisbo de vida
humana. El horizonte lo rompían unas montañas lejanas. Al rato llegaron volando
dos personas más. Un chico y una chica. Él me dio un saludo amistoso. Yo no
creía lo que veía.
-Hola hermano – me dijo con
una sonrisa – ¿Sorprendido?
- ¿Qué haces tú aquí?
¡Doctor! ¿Qué está haciendo él aquí?
- Tranquilo. No quise
decirte nada porque él me lo pidió, pero ahora estamos en una situación crítica.
No te enfades, pero en realidad tú eres el novato. Benja, te presento a Sara –
nos dimos de la mano y me saludó con una sonrisa – ella fue la primera a la que
contraté, hace seis meses. Y por supuesto conoces a Alex, tu hermano. – Lo miré intentando proyectar la rabia que
tenía a través de mis ojos – Él vino hace tres meses, hace una semana me dijo
que probablemente vendrías a mi laboratorio y me pidió que no te lo dijera.
-Vaya, qué considerado…
-¡No hay tiempo para
tonterías! Mirad, el cometa pasará por aquí en unos minutos, debéis subir hasta
su altura y detenerlo, sino solo Dios sabe qué pasará. Empezad a concentrar
vuestras fuerzas sobre tres kilómetros hacia adelante vuestro, el choque será muy
intenso. Benja, tú te pondrás en medio, ya que eres el que menos controla la
fuerza, los otros dos a los lados. Poneos así…
Nos agarró por los hombros
uno por uno y nos colocó en la dirección a la que debíamos mirar.
-Chicos… - nos abrazó muy
fuerte a cada uno y nos dijo con la mirada muy sincera: - no os muráis, siento haberos
metido en esto, mucha suerte…
Nos
miramos entre nosotros. Hicimos una señal confirmando que estábamos preparados
y empezamos a subir. Yo me quedé un poco más atrás que mi hermano y Sara, mi
carencia de habilidad era latente. Pudimos ver el cometa muy lejos, como una
mota de polvo que poco a poco se hacía más grande. Tal y como recomendó el
profesor los tres empezamos a concentrar la fuerza a una gran distancia por
delante nuestro. Al principio parecía que el cometa no iba muy rápido pero en
menos de tres segundos, para nuestros ojos, pasó de tener del tamaño de un grano de arena al de una
casa grande de tres pisos y aún no había llegado a tocar nuestro “campo de
fuerza”. Cuando llegó tenía el tamaño de un campo de fútbol. Los tres notamos
una gran presión. Daba la sensación que me arrancaba la piel con la fuerza de
un ventilador gigante. Mi hermano y Sara retrocedieron por el impacto unos
doscientos metros, yo solo una docena. Mi instinto me hizo girar y utilizar mi
habilidad para atraerlos a mí. Funcionó: dejaron de alejarse, pero el cometa
aún seguía moviéndose. Lo último que vi fueron las caras horrorizadas de Alex y
Sara, luego noté cómo el cometa me golpeó y me dejó inconsciente.
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